Disquisiciones sobre mi condición de fénix




Cenizas. Un puñado de algo que en algún momento había sido alguien. Un alguien que había sido yo y que de alguna manera seguía siéndolo, aunque ahora solo pudiera mirarme desde fuera. Un mero espectador del residuo de lo que dejó el último episodio de mi vida. Testigo y protagonista de un nuevo final, no el primero, pero quizá el último. Un final reiterativo, siempre revestido de la incertidumbre del cuándo. Ese instante, el de la extinción, ha sido siempre un dato reservado, oculto a mi inteligencia, extraño a mi consentimiento, aunque perpetuamente esperado. El del resurgimiento, por el contrario, está sujeto al ulterior designio de mi voluntad. Soy yo quien decide el regreso a la vida, el retorno a la forma primigenia desde las cenizas. Dicha decisión dura un instante: cenizas, vida, muerte, resurrección. Todo se reduce al único movimiento de la voluntad permitido en esa situación. Un único movimiento definitorio, capaz de obtener la vida en cualquiera de sus formas.

Cenizas. Acaso una muestra de lo poco que he llegado a ser en cada episodio vivido. Acaso la condición inicial, principio ineludible, del que participa la humanidad, envuelto bajo el plumaje engañoso de llamas refulgentes. Sea lo que fuere, soy capaz de mirarlas. Las he visto y las veo ahora. Cenizas. Solo eso, nada más. Y, sin embargo, no solo eso. Sí, veo aquel puñado yacente y sé que ese soy yo. Lo sé, pero también lo veo y sé que también soy yo el que lo hace. Testigo y protagonista. Espectador activo en mi propia extinción y en las sucesivas resurrecciones. Principal agente en una vida vivida por partes.

Poco tiempo he tenido para discernir el mejor proceder ante una decisión trascendental. Poco tiempo es una vida. Poco son sus episodios. Aunque poco no difiera de mucho en este caso. Incluso una eternidad sería insuficiente cuando el que debe decidir posee una inteligencia limitada. Las mismas conclusiones volverían sobre mi intelecto; una y otra vez acudirían disfrazadas, montadas en el carrusel interminable de mi razón, desprovistas del sentido último. El tiempo ha concluido y la decisión permanece incierta. Cenizas. Resurgimiento. Cenizas. Resurgimiento. Cenizas.

Resurgimiento. Desde las cenizas, realizo el movimiento de mi voluntad hacia la vida. Quiero retomar la forma primera, ser envuelto por las llamas. Así lo espero. Lo espero un instante. La inmediatez ha sido característica esencial de los resurgimientos anteriores. Sin embargo, han pasado varios instantes y permanezco en cenizas. El tiempo transcurre, la voluntad persiste. Mi mente recorre en reversa las memorias de las antiguas resurrecciones: resurrección, movimiento de mi voluntad, cenizas, ... vida. Previo a cualquier situación consciente, estaba la vida. Vida que ahora resurge de las cenizas.

Para Edu

Comentarios