Luz cegadora




A veces el encuentro de la luz con los ojos produce una ceguera temporal. Paradoja con gracia: la luz apagando luces. La que fue llamada a iluminar los caminos, a enriquecer el alma con la contemplación, a encender la vida de los seres, es en ciertos casos causa de oscuridad.

Esta luz arremete contra los ojos, que bajan los párpados como símbolo de resistencia. Ojos que son máquinas minuciosamente diseñadas para recibir luz; que se adaptan según la intensidad de la fuente; que se acostumbran al tenue rayo, cansado por su largo recorrido desde el sol. Generalmente sometido a una luz tan miserable, cuando aquella verdadera iluminación llega, entonces la máquina es probada en su capacidad de reacción y falla, porque fue creada para resistir procesos más lentos, cambios menos bruscos.

Esa luz intensa llega impuntual y sin previo aviso, sin invitación. Se cola por la rendija hasta llegar al cerebro; este reacciona y enciende la alarma para evitar el incendio en las ideas. Mejor no dejarlo quemar lo ideal, las grandes ilusiones forjadas por la imaginación, el mundo que ha llegado a ser más real que la misma realidad por su generosidad en la entrega de alegrías. Es así como esa luz deja de ser redención y se transforma en desastre natural, capaz de arrasar lo que se ha logrado con tanto esfuerzo.

No nos damos cuenta que aquella luz, quizá llega a devolvernos a la vida -la verdadera-, a retornar a un alma que vaga por ilusorios derroteros al sitio de su partida: el hogar que siempre lo aguardó. Quizá llega para pegar su indomable fuego a las paredes de una imaginación vívida, para devolverle su original sentido, para que vuelva a levantarse desde las cenizas. Quizá solo llega para mostrarnos una imagen, una que recuerde el esplendor de la creación, que existe algo más fuera de nosotros...

Poco dura la resistencia liderada por el cerebro, ejecutada por los párpados en el frente de batalla. Cualquiera sea la razón -la curiosidad por ver lo que trae la luz, el miedo a permanecer en las sombras-, la oscuridad termina y el hombre se ve inundado por lo que pensaba era un torrente devastador y que es realmente un simple rayo de luz vivificador.

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