A veces recuerdo que la vida tiene sentido


La vida. A veces parece ser un peso insoportable, una cruz injusta, imposible de cargar. A veces, cuando las cosas salen mal, la vida parece un lío idiota, un embrollo sin sentido, un problema que fuimos obligados a resolver. A veces, cuando no tenemos un “alguien” a quien amar, la vida aparece como un estado aburrido, un almuerzo desabrido o una película predecible. A veces, cuando no existe un sentido, la vida es cualquier cosa menos “vida”. Cuando eso sucede hay que recordar que siempre tiene un sentido. El razonamiento es sencillo: he recibido una vida y, con ella, la libertad, que concede al ser que la posee la capacidad de amar y –cualquiera que lo haya experimentado estará de acuerdo- ¡vale mucho más amar, aunque sea un instante –lo que dura la vida-, que la suma de todos los sufrimientos posibles!

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