Once jugadores, una camiseta. Dos equipos, un solo ganador. Cuatro árbitros, un único juez central. Miles de espectadores derramando sus alaridos en una sola canción. Millones de personas probando la capacidad de sus nervios en la intensidad de un solo partido... y yo, aquí, solo. Solo frente al balón. Un balón, un portero, una única oportunidad de alcanzar la gloria. Un solo penal que definirá la final de la Champions. Un penal que será recordado por la historia. Que permanecerá en la memoria de la humanidad como el que concedió la victoria a mi equipo, porque -no podía ser de otra manera- fue cobrado con una única pasión, con la totalidad del corazón.
Para Juanjo
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