Existen sucesos tan insignificantes para el mundo, que no merecen ser recordados en la historia. Pero, también existen sucesos insignificantes recordados por sus protagonistas.
Pinocho y Peter Pan se conocieron. Inmediatamente los unió su particular condición de niñez eterna. Ninguno crecía con el paso del tiempo. Ninguno siquiera pensaba en hacerlo. Un espectador pudo haber pensado que esta amistad duraría para siempre. Lo cierto es que fue prematuramente terminada por la envidia. A pesar de compartir la inmortalidad en vidas infantiles y despreocupadas, Pinocho decía no ser un niño de verdad. Fabricado de un pedazo de madera mágica, dotado de la apariencia y el carácter de un niño, carecía de lo que él pensaba le faltaba para serlo: carne y hueso. La envidia creció en su interior hasta destrozar una incipiente, pero prometedora, amistad. Luego, se separaron.
Muchos años pasaron antes de que Pinocho decidiera volver al país de Nunca Jamás. Dirigió sus pasos hacia el hogar que antiguamente lo recibiera con alegría. Buscaba a Peter Pan, pero en su lugar encontró a un venerable anciano. Mientras se acercaba lo reconoció, se arrepintió y comprendió. Peter extendió su mano senil, Pinocho la estrechó fuertemente. Por fin entendió: ya nunca jamás volvería a dudar, siempre en adelante sería, junto a su amigo, el niño que siempre fue.
Para Santi
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