Caminar en las sombras

Para Sebas

Amanece. Dos sombras se proyectan desde la vereda de enfrente, cruzan la calle y aparecen junto a mis pies. Con la cabeza gacha las veo, oscuras, vacías, pero soy incapaz de alzar la mirada para ver a sus autores. Adivino a una pareja, hombre y mujer. Agarrados de la mano, podría decirse que forman una sola sombra. Los veo, pero son humo, vana ilusión, apariciones fugaces. Cuando el sol descienda y mis ojos permanezcan clavados en la vereda, sus sombras no seguirán allí, desaparecerán. Se habrán ido, primero a su vereda y luego al encuentro de la noche, diluyéndose en ella. Al siguiente día, el sol nacerá nuevamente en el horizonte y aquellas sombras permanecerán en la historia, en el ayer, pero no en mi memoria. Los días pasarán, uno tras otro, y quizá vea otras dos sombras amantes, pero nunca las mismas…

Levanto la mirada. Veo a la pareja frente a mí. Sonrío, los saludo alegremente. No cruzo la calle, en cambio camino en la dirección que marca el sol, el único que permanece.

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