Un médico no es solo sus manos

Para José Miguel

Atraviesa la piel del paciente la última puntada. Un nudo termina el entramado que cubre la piel desgarrada. El paciente yace inmóvil, víctima de la anestesia global. Surcan el aire palabras encantadoras, versos de un poema. El médico no ha podido contener su entusiasmo producto de la perfección de su labor: 

“Detiene el sol sus pasos
Por ver, en su descenso, la alegría
De unas manos ajadas que, al ocaso,
Se muestran llenas de vida.”

Manos que curan, que devuelven la vida. El sol puede ocultarse ahora, cuando todo ha terminado. Estas manos callarán hasta el siguiente turno, hasta mañana. El médico continuará dando vida, serán sus palabras las nuevas protagonistas.

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