Año viejo

¡Feliz año!


- ¿Qué tal el año viejo?
- Era increíble. Era uno de nuestros políticos. De tamaño natural…

- No me refería al monigote…
- Yo tampoco. A este le llaman “compañerito”, nadie le ha puesto de apodo “monigote”.

- Aguanta… creo que no estás entendiendo. No estoy hablando del monigote físico, palpable, sino del año que pasó.
- ¡Ah! ¿Por qué no lo dijiste desde un principio? Estuvo increíble. Era uno de los políticos…

- ¡Aguanta! Volvemos a lo mismo. No el monigote…
- ¡No! Ahora tú me malinterpretas. Te estoy contando que yo estuve metido en la política.

- ¡Ah! Jajaja… yo creí que me hablabas del muñeco.
- El “muñeco” también estuvo metido en la política… Te acuerdas. Era el famoso “muñeco ‘e torta”, pero terminó siendo el “muñeco”…

- Bueno. Ya entendí. Mejor cuéntame qué piensas hacer este año.
- Tú sabes. Así como quién dice pensar, no he pensado.

- Entonces, no has cambiado mucho.
- Ya sabes. No debemos perder las buenas costumbres… Este es uno de los propósitos para este año. El mismo objetivo del año pasado.

- Y del anterior y el anterior y el anterior… Supongo que nunca te ha fallado. Al menos, desde la última vez que nos vimos, en la graduación, hace unos 20 años.
- Por fin alguien que sí me conoce. Pero, cambiando de tema, ¿qué tal tu viejo?

- Increíble. No era uno de los políticos, pero se comportaba como uno de ellos. Como siempre, belicoso,…
- No me refiero a tu papá. Hablaba de…

- ¡Ah! Te referías al año que pasó. Fue una maravilla. Era uno de los…
- ¡No! Espera. Te hablaba del monigote.

- ¡Aaaaaaaah! … lo que pasa es que… ¡nunca compré el viejo!

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