Para Rafa y Abichi
Si el tiempo cupiera en un instante, sería la eternidad. Pues eso es lo que me pasa en las clases de matemáticas. Mejor dicho, eso me pasa en cada clase de matemáticas. Y si tengo varias clases a la semana, tengo varias eternidades a la semana. Pero, la peor es la del lunes. En este día, la eternidad se prolonga… o, al menos, así parece. Se prolonga y vuelve a ser el tiempo. Y veo las horas pasar lentamente. Veo a cada minuto nacer, vivir y morir. Se me escapan expresiones como “Aquí viene el primero, ¡Qué hermoso!”, “si es tan chiquito”, “Pero, que rápido crece”, y cuando finalmente muere: “Tan bueno que era.” Y así pasa el primero de los infinitos minutos que todavía quedan por pasar. Los cuento uno a uno, como a las ovejas. Y entonces, me sorprendo soñando con relojes que se derriten y unicornios rosados. Luego, el que me sorprende es el profesor que me ha estado contemplando mientras dormía. Todo por contar los minutos.
Lo bueno es que los lunes se dan una vez a la semana. Si todos los días fueran lunes, la semana no sería suficiente para contenerlos a todos. O, tal vez, la semana dejaría de tener siete días, porque uno solo los contendría a todos. Menos mal, la eternidad (el lunes) no se puede contener en el tiempo. Ni siquiera se puede medir la eternidad con el tiempo. Si así fuera, si pudiera medir la eternidad, dejaría de serlo. O, al menos, pasaría la vida entera (y mucho más) para terminar de medirla. Pero, ¿qué estoy diciendo? No terminaría de medirla y necesitaría infinitas vidas para vivirlas midiendo la eternidad con un pobre instrumento, como lo es el tiempo. Pero, me estoy enredando…
Decía en un principio que las clases de matemáticas son muy aburridas… pero, si la eternidad fuera la infinita sucesión de los instantes. Si cada momento formara parte de la eternidad… Una vez más, me estoy desviando del tema. Decía que las clases de matemáticas son… ¡imposible!, la eternidad no puede ser contabilizada. No puede ser dividida en infinitos momentos. Es instantánea… Otra vez, me distraigo.
¡Es que es más divertido pensar en la eternidad que atender a este profesor de matemáticas!
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