Felicidad

Para Pato

El sol acaricia su tez morena. Es un nuevo amanecer en su negra vida. Se despierta motivado por el calor y la luminosidad. Abre sus ojos y se sienta al borde de la cama. Aspira lentamente. El aire frío se cola en sus pulmones. Lo disfruta. Verdaderamente lo disfruta. Repite la acción un par de veces antes de levantarse completamente. Camina despacio, contando los pasos hasta alcanzar la ducha. El agua fría se derrama sobre su cuerpo provocando un escalofrío. Lo siente temblar, pero no se inmuta. Su mente se encuentra lejos de él, que protesta por su actual circunstancia. Su piel se queja del maltrato al que está siendo sometida, pero él no responde. No hace caso. No piensa en el mundo material, físico; su pensamiento rebosa de alegría, se eleva contemplando el infinito. La felicidad copa hasta el último rincón de su alma. No sabe por qué. Ignora la causa de su arrebato, el motivo de su encantamiento, su sencilla felicidad. No sabe por qué, pero lo disfruta. Saborea cada instante con las delicias que le proporciona: el frío de la mañana y la calidez de su cama, la luz y la penumbra, el sueño y el despertar… todo es felicidad. Sucumbe ante esta sensación. No pone obstáculos y, si los había, los derrumba. Deja que lo llene por completo el aroma de la eternidad. Sin apenas darse cuenta ha regresado a su cama y ahora se pone los zapatos. Hace los nudos del zapato con plena conciencia de su acción. Entiende que estos nudos le ayudarán a no tropezar en el camino. Sin embargo, desprecia los nudos. Los nudos que han complicado su vida hasta transformarla en una maraña informe. Los nudos que él mismo había realizado. Cambia sus zapatos por unos mocasines y sale del cuarto. Fuera, lo espera una turba feliz. Asombrado escucha:

-¡Cumpleaños feliz, te deseamos a ti…!

Termina la canción. Ahora sabe el motivo de su felicidad: sus amigos.

Comentarios